Palabras de S.A.R. el Príncipe de Asturias en la entrega del XXV Premio Cerecedo otorgado a Barbara Probst Solomon

SAR el Príncipe de Asturias y Doña Letizia posan junto a la galardonada, Barbara Probst-Solomon y resto de personalidades

Hace bien poco, en el castillo de Chapultepec, Carlos Fuentes se preguntaba por qué el prestigio de los creadores de numerosos personajes literarios supera sus propias fronteras, a pesar de los incuestionables rasgos «nacionales» de sus creaciones. Y el gran maestro respondía: «Porque nos dan imaginación y nos dan lenguaje»; dos logros que, como él mismo decía, aportan «vida a lo escrito ayer, mediante la lectura hoy».

Bárbara Probst Solomon, a quien esta noche hemos tenido la alegría de entregar el Premio de Periodismo «Francisco Cerecedo» en su XXV edición, es ejemplo de amor a España y al mismo tiempo, de ese gran estilo, que informa la inteligencia y abre nuevos horizontes a sus lectores.

La Princesa se une a mí -y a todos aquí esta noche- para felicitar de corazón a doña Bárbara Probst Solomon y, con ella, a toda su familia, por este nuevo Premio a su larga y brillante carrera como ensayista, periodista y escritora. Permitidme decir que ha logrado sintetizar a lo largo de su vida profesional las cualidades que definen a este Premio, y que no son otras que las del buen periodismo.

Efectivamente «El Cerecedo» cumple un cuarto de siglo, la medida de una generación. Es un tiempo en el que ha enriquecido el panorama cultural y político de España, con su defensa de la calidad literaria y la libertad de expresión, en nuestro país y en el resto de Europa. Veinticinco años de apoyo a ese «buen periodismo», a nuestra democracia, y a sus libertades y derechos, que nunca agradeceremos bastante.

Por eso creo que este aniversario es un magnífico motivo para dar las gracias sinceramente a todas las personas que desde la prensa o fuera de ella han aportado su competencia, su esfuerzo y su entusiasmo al Premio «Francisco Cerecedo», cuyo mejor exponente es el conjunto de sus veinticinco Premiados. De modo que enhorabuena a todos los Jurados, al Patrocinador BBVA y a los organizadores del Premio a lo largo de su historia; y un recuerdo especial y emocionado para los que ya no están entre nosotros. Cada uno de ellos ha contribuido a prestigiar esta distinción, como lo hace ahora también la gran trayectoria periodística de la Señora Probst Solomon.

Ella es prototipo de tenacidad desde su juventud universitaria en París, cuando también se afanó en promover el conocimiento de España entre sus conciudadanos estadounidenses y de presentar ante nosotros, los españoles, la no siempre bien conocida realidad del gran pueblo americano.

En la obra de Bárbara Probst Solomon destaca su empeño por combatir el cultivo perezoso de estereotipos y la inercia de falsos clichés. Sin abandonarse al tiempo, que tantas veces favorece lo arcaico, su pensamiento se abona a lo nuevo, que ella sabe filtrar con su capacidad de reflexión, de crítica y debate. Sobre esas bases y desde su compromiso con la democracia y las libertades, nuestra Premiada cree acertada y profundamente en la bondad del fomento de las relaciones personales entre norteamericanos y españoles, y a ello ha dedicado constantes esfuerzos.

Así, mientras ha prestado generosamente su ayuda, tanto a quienes han alcanzado prestigio y notoriedad como a los que apenas empiezan, ha favorecido los intercambios profesionales y las amistades literarias y periodísticas entre los viven a uno y otro lado del Atlántico.

Prueba adicional de su iniciativa, -o, quizá debería decir, de su extraordinaria juventud- es su última revista literaria: «The Reading Room».

Me alegra comprobar que, con la elección de Bárbara para éste Premio, el Jurado ha renovado su permanente apuesta por la escritura, esa primera y elemental cortesía que «Cuco» entregaba con solicitud a sus lectores, hasta convertirlos en adictos.

Una apuesta que ha incluido en la nómina de galardonados a autores que escriben también en otras lenguas. Este año ha sido el inglés, pero en otras ocasiones también lo fueron el francés de José Antonio Nováis y Sylvain Cypel, el polaco de Adam Michnik, el alemán de Walter Haubrich; o el portugués e italiano utilizados por Antonio Tabucchi. Todos ellos han escrito asumiendo con éxito la sobresaliente responsabilidad del periodista de decidir qué hechos han de transmitir como noticia, conscientes de que el acontecimiento adquiere con su publicación un peso adicional, que supera el de la realidad originaria.

Bárbara Probst Solomon nos acaba de decir que «la palabra escrita es parte de una cadena que se remonta en el tiempo y que, si es auténtica, independientemente de que aparezca en una publicación pequeña o grande, tiene el poder inmutable de alcanzar el futuro». En efecto, vemos en los grandes autores como Pablo García Baena, -último laureado con el «Premio Reina Sofía» de Poesía Iberoamericana-, que su talento incita a los vocablos, para que desplieguen todas sus capacidades.

De esta forma, la palabra ilumina realidades concretas de la vida individual y colectiva, que desde ese momento manifiestan mejor la dirección a la que se dirigen -o incluso toman una nueva-, a la vez que desvelan sus dificultades, su esperanza o su belleza. Más aún, gracias a la palabra bien escrita, esas realidades se leen con mucho mayor interés en lugares muy distintos y con diferentes culturas.

Así también el periodismo, estimulado tantas veces por lo aparentemente efímero, provoca reflexiones acerca de la condición humana. De hecho, cuando Bárbara volaba de Nueva York a París en 1945, ya Albert Camus escribía allí decidido a ser «un combatiente de las aventuras de la verdad». Actitud que, unida a su dominio de la lengua, no sólo le mereció el Premio Nobel, sino que permite hoy, cincuenta años después, que tantos jóvenes le reconozcan como representante de un cierto periodismo, que detesta el seguimiento acrítico del espíritu de la época y busca una humanidad y una sociedad mejores.

Debo decir, además, que la concesión del Premio a la Señora Probst Solomon nos trae una satisfacción adicional: nos permite constatar que una vez más la Asociación de Periodistas Europeos, de la que tengo el orgullo de ser el Presidente de Honor, sigue indudablemente en la línea de la búsqueda constante de la excelencia periodística.

Felicidades por el XXV Aniversario del Premio Francisco Cerecedo. Y, de nuevo, nuestra más respetuosa y afectuosa enhorabuena a Bárbara Probst Solomon.

Muchas gracias.

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