Discurso de S.A.R. El Príncipe de Asturias en la entrega del XIV Premio de Periodismo “Francisco Cerecedo”

Discurso de SAR El Príncipe de Asturias en el XIV Premio "Cerecedo"

En Fernando Savater concurren las cualidades del catedrático y el escritor con sus prestigiosas incursiones en el mundo del periodismo. Es, por tanto, un comunicador nato que expresa, con afán incansable, todas las posibilidades de difundir su claro, profundo y agudo pensamiento, presidido por un sentido ético que ha profesado durante largos años en la Universidad. Le honra, asimismo, su preocupación cívica, felizmente acompañada por un sentido del humor que es testimonio de madurez.

Resulta casi ocioso decir que le conocemos y leemos. En él encontramos el ejemplo, siempre necesario, de quien nos invita a descubrir la realidad y encontrar las respuestas que hemos de dar a las cuestiones vitales de nuestro tiempo, sin imponernos sus conclusiones; antes al contrario, buscando la agudeza del diálogo y aun de la divergencia inteligente y comedida que es la raíz de la sabiduría que él mismo nos enseña en su cátedra.

Al mismo tiempo, y como auténtico pensador, nos anima con su testimonio a compartir las verdades que sustentan nuestra trayectoria colectiva como individuos y ciudadanos: la irrenunciable dignidad de la persona y el respeto sin distinciones a los derechos humanos, tan brutalmente violentados en estos días.

Fiel a su vocación, no desdeña expresarla a través de la literatura, sino que extrae que la realidad, y aun de la ficción, nuevos y singulares estímulos a nuestra reflexión sobre el vivir y el convivir, con los que ha obtenido muchos y justos reconocimientos.

Su obra nos conduce también a interrogarnos sobre el papel de la comunicación, de los Medios de Comunicación, en nuestros días. Sus prodigiosos avances tecnológicos y la ampliación casi ilimitada de sus audiencias deben ser, tienen que ser, un factor de enriquecimiento de nuestra vida social, abriendo un espacio de libertad y mutuo respeto en el que todos posamos participar y desarrollar el diálogo fecundo de nuestras respectivas convicciones.

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