Discurso de Carmen Arias en la entrega del XIV Premio de Periodismo “Francisco Cerecedo”

SAR el Príncipe Felipe posa junto al galardonado y resto de autoridades

Admiro el trabajo y las personas que hora a hora, día a día, semana tras semana ponen en nuestras manos el variado y rico acontecer del mundo en que vivimos. Esa creo que es precisamente la grandeza y servidumbre del periodismo: una labor que nace y muere cada día, que pudiera parecer efímera si no fuera porque contribuye a crear en nosotros un poso permanente, una manera de ver el mundo que no se agota con la mera actualidad. Sé que el impulso ético debe estar presente, a través de la noticia o la opinión, en todos los que se asoman a la Prensa, con la convicción profunda de que manejan un material de inmensa influencia social.

Por ello le doy las gracias. Pero creo además, sin entrar en honduras filosóficas para las que no me creo especialmente capacitada, que también nos enseña por su propia actitud personal de interés auténtico y sentido por el ser humano, de reafirmación de la libertad consustancial al hombre, de la necesaria comprensión y «simpatía» que lleva al respecto y la tolerancia, del rechazo bien fundado a toda clase de represión o discriminación… En fin, de las decisiones individuales, de las relaciones entre los hombres, de todo cuanto lleve a lograr y enriquecer lo que él llama en su delicioso libro Ética para Amador, «Una buena vida», naturalmente humana. «Nacemos humanos, dice, pero eso no basta: tenemos también que llegar a serlo». Y en la nada fácil travesía vital, Savater, como desde Grecia hizo el filósofo, va buscando y señalando verdades, luminarias, prestándonos su reflexión con una actitud que me atrevo a calificar de positiva y que él denomina de «pesimismo ilustrado»: «No soy amigo, dice, de convertir la reflexión en lamento. Mi actitud nada original desde los estoicos es contraria a la queja: si lo que nos ofende o preocupa es remediable, debemos de poner manos a la obra y si no lo es, resulta ocioso deplorarlo, porque este mundo carece de libro de reclamaciones…. Ya sé que es intelectualmente prestigioso denunciar la presencia siempre abrumadora de los males de este mundo, pero yo prefiero elucidar los bienes difíciles como si pronto fueran a ser menos escasos: es una forma de empezar a merecerlos y quizás a conseguirlos».

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