Palabras de Ángel Gonzalo en la entrega del XV Premio de Periodismo Europeo «Salvador de Madariaga»

Ángel Gonzalo recibiendo el galardón

Alteza, autoridades, compañeros y amigos …

La mejor manera de comprender qué significa Europa es ser conscientes de que todos quieren incorporarse a ella. El espacio geográfico del planeta en el que más muerte y destrucción se han contabilizado en sólo medio siglo, desde que el hombre fue capaz de comunicarse, ha demostrado su poder de recuperación. Y precisamente de horrores como las dos grandes guerras, para que nunca más su fantasma volviese a ser invocado, surgió la Europa que nos acoge como el mejor ejemplo de progreso y convivencia.

Nos enorgullecemos de ser hijos de Sócrates, de Leonardo y de Newton, esencia misma del saber. Sentimos la emoción de pasear por París, Florencia o Atenas, como expresión máxima de la belleza, y confiamos en las instituciones comunes como símbolo de la fuerza que nos otorga la unidad.

Con todos esos elementos, pues, estamos suficientemente salvaguardados para hacer frente a cualquier forma de ignorancia, fanatismo o tiranía.

Desde el Tratado de Roma venimos recorriendo un camino de cuatro decenios de vicisitudes de las que Europa siempre ha sabido salir. El nuevo continente diseñado en Maastricht y su posterior desarrollo de Niza y Lisboa han amalgamado un armazón político y económico que hace de esta nuestra casa el mayor espacio de libertad y progreso del mundo.

Para reflexionar sobre lo logrado tenemos ante nosotros dentro de cinco meses el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, un acontecimiento imprescindible para hacer realidad la Europa de hoy. No quisiera terminar sin agradecer al Ayuntamiento de Cádiz y al Grupo Mahou la concesión de este premio. A Onda Cero, representada aquí por su director de los Servicios Informativos, por su profunda vocación europeísta, que me ha permitido desarrollar mi tarea profesional en pro de los valores que compartimos. Y quiero dedicárselo a mis dos hijas, Irene y Marina, a mi padre y, sobre todo a mi madre, que ya no está, pero que me inculcó desde niño el amor a Europa como una adelantada de su tiempo. Muchas gracias.

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