Nadia Calviño, Ministra de Economía, durante su almuerzo-coloquio en la APE en 2017

Calviño, una ministra coruñesa, por José María Noguerol

Artículo publicado originalmente en La Provincia. Diario de Las Palmas por José María Noguerol el 8 de Junio de 2018

Una de las peculiaridades del nuevo presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, es no ser previsible, ni para la bueno ni para lo malo. Una de sus virtudes, la tenacidad, le ha llevado a donde está, y otra, la complejidad simple, incluso perpleja, le ha conducido a una especial comunicación de su Gobierno, en un gota a gota inverosímil e inteligente, que ha mantenido la atención sobre su definitiva composición durante más de tres días, por encima de los duelos y quebrantos del PP, con Aznar haciendo de sí mismo incluido, y de la desaparición empírica del pseudopartido Ciudadanos, camino de convertirse en un ectoplasma rampante de la política española.

Pero el que esto escribe es como es, nacido en una pequeña y orgullosa ciudad atlántica, en la que, como me dijo hace muchos años mi amigo Fernando que ahora vive en Alicante, «nadie tiene complejo de inferioridad» cosa que, lamentablemente, suele abundar entre mis resignados paisanos gallegos. Por eso el nombramiento como ministra de Economía de Nadia Calviño llamó mucho mi atención, porque es coruñesa de nacimiento y europea de muy larga trayectoria.

Insisto, es que uno es como es, y de la misma forma que me honro en gozar de la amistad del primer gobernador civil socialista de La Coruña, en la etapa democrática, Domingo Ferreiro, me enorgullece que la nueva ministra haya nacido en mi ciudad natal, como lo hizo el primer español europeísta de verdad, Salvador de Madariaga, poco recordado, salvo por la Asociación de Periodistas Europeos (APE), y de lectura recomendable e imprescindible.

Precisamente conocí hace unos meses a la nueva ministra en unos de los almuerzos que organizamos en la APE, al que acudió como directora general de presupuestos de la Comisión Europea, ahí es nada. Me sorprendió su conocimiento, su prudencia, su mesura y, sobre todo, su contención inteligente. Una gran virtud, la contención, que siempre me recomendaba mi añorado amigo Carlos Trías Sagnier, escritor insigne y barcelonés de pro.

No he querido repasar la lista de ministros coruñeses que en el mundo han sido, porque no me da la gana. Tan solo quiero recordar a Santiago Casares Quiroga y a Leandro Pita Romero, del mismo partido, ORGA, en la II República. Y ahora la señora Calviño. Le deseo lo mejor, por el bien de todos e, insisto, uno es como es, por orgullo coruñés, porque se puede ser internacionalista a fuer de cantonalista. ¿O no?

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