Cuando los valores democráticos en los que creemos están en juego, entonces se vuelven necesarias la toma de posición, la protesta, el testimonio, el análisis y determinados interrogantes que requieren ser contestados.

César Antonio Molina en la entrega del XXXIII Premio Cerecedo

Majestades, querido Claudio Magris.

Es un gran honor para mí decir estas palabras en nombre del jurado del Premio Francisco Cerecedo, formado por algunos de los mejores periodistas de las más importantes cabeceras en papel y digital, así como de los medios de comunicación audiovisuales.

Escritor, germanista y ensayista de reconocido prestigio, Claudio Magris ha mantenido también siempre una estrecha relación con el mundo del periodismo. Colaborador desde su juventud de la prensa escrita italiana, primero lo haría en La Gazetta del Popolo de Turín, ciudad en cuya Universidad estudió y a la que ya quedaría muy unido. Seguidamente lo haría en Il Piccolo de su ciudad natal, Trieste. Un periódico al que le cabe el orgullo histórico de haber publicado varios artículos de James Joyce a comienzos del pasado siglo, durante la estancia del autor del Ulises en ese importante puerto, cruce de culturas, entonces perteneciente al Imperio Austrohúngaro.

Por fin, desde el año 1967, Claudio Magris comenzaría a colaborar como articulista en el Corriere della Sera, con sede en Milán, colaboración ininterrumpida que ha mantenido hasta hoy mismo, cuando están a punto de cumplirse 50 años desde el comienzo de aquella fértil e insustituible relación.

Premio Strega 1997, Premio Erasmus 2001, Premio Príncipe de Asturias de las letras 2004, Premio de la Paz de la Feria del Libro de Frankfurt 2009, o Premio FIL de la Feria del Libro de Guadalajara para Lenguas Romances 2014, Magris es el autor de una copiosa obra que abarca casi todos los géneros y prácticas literarias: narración, teatro, ensayo, viajes y brillante y magnífico articulismo.

Con el tiempo, aquel genial y joven alumno prodigio del germanismo italiano, más tarde catedrático de esa misma disciplina en Trieste; aquel futuro gran intelectual europeo que a los 24 años publicó un monumental y espléndido ensayo, El mito habsbúrguico en la literatura austríaca moderna, provocando una ola de ferviente interés y afición por un gran número de los autores y temas allí tratados; aquel joven admirador de Musil, Kafka, Italo Svevo, Umberto Saba, Kleist o Ibsen, se convirtió en un indispensable pensador y referencia moral e intelectual, de proyección internacional.

Agudo observador de la cultura, la vida, la política, y del devenir en general tanto de su país, Italia, como de los de su entorno europeo, de norte a sur y de este a oeste, desde la civilización danubiana a la mediterránea, Claudio Magris es el autor de maravillosos libros sin género como El Danubio y Microcosmos, de bellísimos relatos como Otro mar y Conjeturas sobre un sable, de recopilaciones de viajes como El infinito viajar, de magníficas piezas teatrales como La exposición, de estremecedores monólogos como Así que usted comprenderá y Las voces, de grandes novelas de nuestro tiempo como A ciegas y su última y espléndida recién aparecida No ha lugar a proceder, así como de ensayos luminosos, bien de carácter literario, como El anillo de Clarisse y Lejos de donde, bien de carácter más político y social como La historia no ha terminado y Utopía y desencanto.

Un interés, la política, y un empeño civil y ético, que siempre han acompañado la obra de este autor, aún reclamando para sí el término de “impolítico”, en el sentido que el gran escritor alemán Thomas Mann le dio en su día: impolítico sería una persona que, en el determinado tiempo histórico que le ha tocado vivir, se apasiona más por un día leyendo que por una asamblea o una crónica política. Pero sin embargo, muy a pesar suyo, está convencido también de que cuando el cuerpo social enferma o es agredido, cuando los valores democráticos en los que creemos están en juego, entonces se vuelven necesarias la toma de posición, la protesta, el testimonio, el análisis y determinados interrogantes que requieren ser contestados. Incluso la sátira si el momento lo requiere.

Como dice Claudio Magris en su gran novela A ciegas: “Todo comienza por un signo de interrogación que afecta a todo lo demás; todo comienza por un raspar la mugre de las uñas de la Historia que nos atañe a todos por igual”.

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