De Javier Solana a Catherine Ashton o cómo pasar de la esperanza a la irrelevancia en la política exterior europea, por Pedro González

Catherine Ashton, Alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad

Artículo publicado en Zoom News el 23 de Julio de 2014 por Pedro González

– Los conflictos de Ucrania y Gaza ponen en evidencia la debilidad de la UE en el contexto internacional

-Putin maneja con gran habilidad las divisiones en el seno de los Veintiocho y de éstos con Estados Unidos

-La italiana Mogherini, el polaco Sikorski o la búlgara Georgieva, principales candidatos a ocupar la cartera de Alto Representante de Asuntos Exteriores

Sea con respecto al Boeing 777 de la Malaysia Airlines, derribado por un sofisticado y certero misil de fabricación rusa, sea a propósito de la sangrienta operación Margen Protector, en la que Israel pretende la aniquilación de la capacidad destructiva de Hamás, en ambos conflictos se echa de menos un mayor protagonismo de la Unión Europea. Cunde la impresión de que la UE ha bajado los brazos y ha renunciado definitivamente a ser un actor principal en la escena internacional, ésa en la que hay cada vez más conflictos y enfrentamientos y menos espacio para una solazada rutina.

La británica Catherine Ashton, flamante Alta Representante de Asuntos Exteriores de la UE, encarna la senda hacia la irrelevancia, por la que se internó desde que sucediera, con muchas más atribuciones teóricas, al español Javier Solana, que diseñara no solo un auténtico proyecto de política exterior sino también la necesaria estrategia defensiva para preservar todo lo conseguido.

En sus diez años al frente de aquella diplomacia oficiosa europea, Solana proclamó y difundió las grandes conquistas de la UE: un Derecho Común, un mercado único, un comercio comunitarizado frente al exterior, y por supuesto, el euro, un acervo que había que defender, para lo que no cesó de preconizar que la UE se dotara de una estructura defensiva independiente, muy integrada en la OTAN pero con capacidades propias.

Esta segunda parte de lo programado por Solana no gustó en absoluto a los ingleses, que siempre prefirieron amoldarse al papel de caporales de una OTAN encabezada, dirigida y mantenida primordialmente por Estados Unidos. Es muy probable que la exigencia del Reino Unido de que la sucesora de Solana fuera una persona tan poco avezada en las relaciones internacionales como escasa de remango a la hora de plantear iniciativas, respondiera perfectamente al perfil verdaderamente bajo que Londres quería para ese puesto, que por cierto lleva también aparejada la vicepresidencia de la Comisión Europea.

Si por algo se ha distinguido la señora Ashton en su mandato ha sido por llegar siempre tarde a los acontecimientos, eso cuando acudía, ya que en no pocas ocasiones su ausencia ha sido clamorosa, por ejemplo en casi toda la cascada de acontecimientos que jalonaron la mal llamada primavera árabe. No es, claro está, la culpable de la irrelevancia en que está cayendo la UE en el tablero de los grandes conflictos y contenciosos mundiales, pero no cabe duda de que es la cabeza visible de su creciente marginalidad.

Solana logró poner a Europa, o sea a la UE, en el mapa. En las graves crisis de Congo, Somalia, Chad, Georgia, Balcanes y Oriente Medio, demostró que Europa podía tener voz, y que esta se escuchara con interés. Por cierto, logró que la Rusia de Vladimir Putin admitiera que en el conflicto israelo-palestino la UE debía formar parte de las potencias garantes del proceso, frente a la pretensión del líder ruso de que solo permanecieran Rusia y Estados Unidos.

La geopolítica puede haber cambiado, pero lo cierto es que en determinados acontecimientos no se puede estar ausente o mirando para otro lado, sobre todo si acaecen en el zaguán de tu casa. El único lenguaje realmente duro con Putin, tanto a propósito de la anexión de Crimea por Rusia, como ante las flagrantes evidencias de que su política con Ucrania ha desencadenado el ataque a un avión comercial y el asesinato de 298 personas, procede de Estados Unidos. La exsecretaria de Estado, y probable candidata a las próximas presidenciales, Hillary Clinton, parecía tirar de las solapas a los europeos al afirmar que «deberían mostrar su cólera a Putin, ya que la mayor parte de los ciudadanos [asesinados por el misil] eran europeos».

Antes de partir hacia Bruselas para el Consejo de Ministros de Exteriores, el titular español, José Manuel García-Margallo, parecía haber tomado buena nota y fijaba la postura de Madrid: exigencia de una investigación internacional exhaustiva a cargo de las autoridades de la Aviación Civil, y señalaba también la línea con respecto al contencioso en Ucrania.

García-Margallo se posiciona en la exigencia a Rusia de que respete la legalidad internacional, o sea por una condena permanente de la anexión de Crimea a Rusia, y en ningún caso el reconocimiento de la misma; condena asimismo de la desestabilización a que las fuerzas prorrusas, ayudadas por Moscú, someten a los territorios de Lugansk y Donetsk, y expresa su solidaridad con los temores expresados por los países bálticos.

Reconoce a su vez García-Margallo que a Rusia no se la puede marginar, por cuanto puede desempeñar un papel determinante en la resolución de los demás conflictos que aquejan al planeta, pero no osa plantear qué medidas debiera tomar la UE en el caso de que Rusia no cumpla la conditio sine qua non de respetar la legalidad internacional, y por lo tanto la integridad territorial de Ucrania.

La principal debilidad de la UE sigue siendo su dependencia real, tanto del paraguas defensivo norteamericano, sin el cual ya ha comprobado en numerosas ocasiones que es incapaz de resolver un conflicto en su propio suelo, como de la energía que le suministra Rusia, vital aún para mover su economía. Dos talones de Aquiles que rompen el supuesto sueño de convertir a la UE en el gran actor y líder alternativo en el nuevo mundo multipolar.

Cuando, además de los citados, los otros miembros del Grupo de los BRICS, maniobran para convertirse en líderes alternativos, la UE parece incapaz de aunar los intereses de los 28 en ese nuevo mapa geoestratégico. Una división que Putin y la muy experimentada diplomacia rusa saben manejar a la perfección.

De momento, y fruto de las largas tractaciones europeas, no hay aún sucesor para la nunca bien ponderada lady Ashton. La lucha por la sucesión evidencia la división. De un lado, la actual ministra italiana de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, más que un capricho de su jefe, Matteo Renzi, que aspira a dar un impulso mediterráneo a la supuesta política exterior comunitaria. De otro, un auténtico peso pesado, el jefe de la diplomacia polaca Radoslaw Sikorski, un producto de Oxford, que adquirió la nacionalidad británica cuando le pilló en Gran Bretaña la persecución al sindicato Solidaridad, y de nuevo polaco para desempeñar sucesivas carteras ministeriales.

Pero, como muchos de los europeos del este que sufrieron la bota soviética, temen que Putin esté reconstruyendo el imperio ruso sobre los mismos conceptos. Su línea hiperdura con Putin no es, pues, compartida por las actitudes más tibias del oeste europeo respecto del Kremlin. Es por ello que, en la más pura tradición del mínimo común denominador, a la muy mediocre lady Ashton pudiera sucederle la búlgara Kristalina Georgieva, actual comisaria para el Desarrollo, cartera a través de la que ha podido observar al menos las muchas carencias dentro de la propia UE y en sus aledaños.

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