Carlos Alsina ofrece su discurso de agradecimiento tras recibir el galardón

Discurso de agradecimiento de Carlos Alsina al recibir el XXV Premio de Periodismo Europeo «Salvador de Madariaga»

El problema de hablar después de Xavier es que todo lo que a uno le sale es decir amén. Y eso podría generar la falsa impresión de que Europa es una cuestión de fe, cuando es una cuestión de obra. De trabajo. Y de constancia. De seguir enterrando a los Nostradamus que profetizan la desaparición de la UE. Los que lo profetizan y los que la socavan en el afán de que la profecía se vea cumplida.

Leyendo a Xavier he aprendido a pensar en Europa como un solo país forjado sobre la libertad. La libertad de decidir, de compartir y de ceder.

Aunque el riesgo de pensar en Europa como país es que se parezca demasiado al país en el que yo vivo. Esta España a medio hacer. Siempre discutiendo lo que somos sin avanzar un solo metro hacia lo que podríamos ser. El hamster en la rueda, que es la mascota de la vida pública española. Y confiemos en que no acabe siendo también la mascota europea.

Le agradezco al jurado los argumentos tan gratificantes que ha escogido para justificar que se me premie. Es verdad —por qué ocultarlo— que muchos de los integrantes del jurado son amigos míos y colaboradores de mi programa y que eso tal vez podría generar algún tipo de duda sobre mis merecimientos. Acepto las dudas y aquí estoy para despejarlas.

No niego que el hecho de trabajar en mi programa ha podido influirles, sí, pero en sentido contrario al que todos estáis imaginando. Es meritorio (casi heroico, me atrevo a decir) apoyar mi candidatura para un premio sabiendo de la incomodidad que me produce ser distinguido con un galardón. Éste, en concreto. Que además de su prestigio aporta una muy notable dotación económica.

Gracias, por tanto, a todos ellos (sobre todo a los colaboradores) por haberse jugado la renovación para la próxima temporada incomodándome de esta forma tan grata.

Confieso que yo siempre he identificado el Madariaga con la caza del papagayo. El papagayo es un animal vistoso, de conducta gregaria y capaz de hacer frases que parecen humanas. El papagayo es un farsante que finge tener ideas propias cuando apenas sabe repetir lo que le dicen otros. No me resulta simpático el papagayo, ya os lo digo. Pero tampoco se lo resultaba a Madariaga.

En ‘El misterio del mapamundi’ hace viajar a Rosemonde al país de los papagayos. Que está dividido en dos bandos enfrentados: el de los loros blancos y el de los loros rojos. Cada bando tiene un superpapagayo que dicta lo que hay que decir. Cuando Rosemonde recorre el camino del medio que pasa por entre los dos bandos todos los loros la cubren de improperios.

¡Los rojos, por blanca! ¡Los blancos, por roja! Y ella, que es el alma del mundo, se pregunta dónde ha quedado el pensamiento crítico. Y cómo el pensamiento, con toda su nobleza, ha acabado reducido a palabrería. La respuesta es ésta: la idea noble se convierte en cháchara de la misma manera que el banderillero de Juan Belmonte acabó de gobernador civil, degenerando, maestro Aguilar, degenerando. Bastardeando, maestro, bastardeando. Si Madariaga nos contemplara hoy vería que han aumentado los colores.

Hoy tenemos papagayos azules, rojos, naranjas, verdes, morados. Y papagayos obsesionados por el amarillo. Por apropiárselo. Un colaborador de mi programa —quizá el único que no forma parte del jurado— me sugirió hace dos años este lema para publicitar nuestro espacio radiofónico: “Aquí hay matices”. Cualquiera que haya pisado el país de los papagayos sabe que todo loro que se precie de serlo ve en el matiz un elemento peligroso. Subversivo. Exponente de la independencia verdadera, que es la independencia de criterio.

La palabra no es fácil de decir, papa-ga-yería. Pero si hubiera de elegir uno de los peligros a los que hoy se enfrenta Europa elegiría éste: la papa-gayería en toda su variedad cromática.

Os he traído un documento sonoro valioso, creo, por su rareza. Es una entrevista. Todos sabéis que no es fácil entrevistar a Salvador de Madariaga. Diréis: porque está muerto. Eso también. Pero antes de eso, porque a Madariaga nunca le gustaron ni las entrevistas ni los entrevistadores. Y no porque la entrevista sea el género que hace uno y cobra el otro, sino porque entendía que el intelectual no requiere de intermediarios.

Yo he conseguido hacerle algunas preguntas. No escucharéis su voz en las respuestas porque está muerto. Pero yo le presto mi voz ahora para que él me preste la suya, que es la valiosa.

—-Don Salvador—le digo— ¿qué es Europa?

—-Una familia que no hemos aprendido a disfrutar. La madre de la libertad individual que, orgullosa de serlo, preserva como su mayor tesoro el bien común, el interés general, la sociedad. Europa es la democracia liberal. Y por ‘liberal’ no quiero decir ‘naranja’. (Me aclara, prueba de que está al tanto de la actualidad española).

—-¿Es europeo don Quijote, profesor?

—-El que más. Don Quijote es un hombre maduro, apasionado, hambriento de que algo venturoso le acontezca. Es el hombre que inventa una sociedad distinta a ésta que lo ignora y a la que ofrece misiones que nadie le ha pedido.

—-¿Y eso le hace europeo?

——No. Lo que le hace europeo es Hamlet. Su antítesis. Hamlet no es un príncipe danés, no se equivoque. Hamlet es hijo de Shakespeare, inglés — por tanto— de los pies a la cabeza. Y no es hombre indeciso. Es hombre de acción, abrumado por la tarea que le ha impuesto el fantasma. Hamlet es la tradición, las convenciones y las normas. Don Quijote es la sociedad imaginada.

—-Si hay Bréxit nos quedamos sin Hamlet.

—-Si hay Bréxit diremos que Hamlet es tan danés como Borgen.

—-Don Salvador, ¿existe antídoto contra la papagayería?—le pregunté, mirándole a los ojos. Él me imitó, mirándome.

—-¿Conoce usted la anécdota del inglés que llega en barco a Montevideo? Un inglés le pregunta al uruguayo con el que viaja: ‘¿Qué sistema político tienen ustedes aquí?’ El otro le contesta: ‘Aquí tenemos dos partidos: uno compuesto de todas las personas decentes y patrióticas; y el otro, todos los holgazanes y sinvergüenzas. Pero no sabemos cuál es cuál’.

—-¿Qué significa la anécdota, don Salvador?

—-A saber. Hay observadores tuertos del ojo derecho y observadores tuertos del ojo izquierdo.

—-¿Y?

—-Que yo conservo mis dos ojos. ¿No los ve usted? No olvide nunca conservar los suyos. El verdadero peligro es la mentira. Cada mentira que contamos es una deuda que contraemos con la verdad y que tarde o temprano habrá que pagarla.

—-(Ahí le pillé). Esa es de Chernobyl, la serie de televisión.

—-Es buena esa serie. Una crítica inapelable al autoritarismo.

—-Eso ha dicho Errejón.

—-Erre, ¿qué?

—-Errejón. Un chico alto que antes llevaba gafas.

—-¿Ya no quedan comunistas?

—-Claro que quedan—le digo. Se han pedido el ministerio de Trabajo.

—-¿Puedo añadir algo más?

—-Lo que usted quiera, la entrevista es suya.

—-Es un proverbio africano que escuché ayer en su programa. A un biólogo estadounidense con el que usted hablaba.

—-El doctor Gordon, una eminencia en microbios intestinales y trasplante fecales.

—-No sea escatológico y apréndase usted el proverbio: ‘Caminas más rápido si viajas solo. Pero si viajas acompañado llegas más lejos’. Será africano el proverbio, pero es una divisa formidable para nuestra pequeña Europa.

Cuando ya me iba alzó la voz para decirme:

—-Entonces, ¿les van a dar el ministerio de Trabajo?

Gracias por atender a la entrevista.

Y a los colaboradores de mi programa les informo de que, cara a la próxima temporada, están todos renovados.

Gracias de nuevo.

Audio del discurso

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