Discurso de Chumy Chúmez en la entrega del VIII Premio de Periodismo “Francisco Cerecedo”

SAR el Príncipe Felipe felicita a Chumy Chúmez; a la izq., Carlos Luis Álvarez

Alteza, queridos amigos.

Sólo una cosa me apena de este honor que acaba de concederme la Asociación de Periodistas Europeos y que voy a recibir de manos de su Alteza el Príncipe Felipe. Y esa cosa es que yo, hace años, cuando andaba haciendo la revista «Hermano Lobo», negué mis páginas a las colaboraciones que frecuentemente me solía enviar Cuco Cerecedo, que era amigo mío. Nunca le publiqué nada porque, le solía decir, lo suyo era el género heroico y no el humorístico. Ya ven ustedes las vueltas que da el mundo.

Quiero también decir que esta medalla, estos dineros y este honor que acabo de recibir, o voy a recibir inmediatamente, lo considero, además de un reconocimiento a mis trabajos periodísticos, una honra que recibe el gremio entero de los colaboradores gráficos de humor de la prensa española. Nosotros, durante muchos años, aparecíamos como invitados en las páginas de pasatiempos junto a los jeroglíficos y las palabras cruzadas de las últimas páginas. Tuvimos que esperar a que Antonio Mingote se incorporara a las páginas de ABC para sentirnos de alguna manera periodistas. Yo recuerdo que cuando vine a Madrid a estudiar pintura para acabar en Chumy-Chúmez y me preguntaban que a qué me dedicaba, yo solía decir bajando la mirada humildemente. «Hago chistes en las revistas». Esa vergüenza me desapareció gracias, repito, a Antonio Mingote, al que todos debemos la dignificación de nuestro trabajo, sobre todo después de su ennoblecimiento con una silla en la Real Academia Española. Gracias a él, a Antonio, yo dejé de sentir vergüenza de mi trabajo y cuando me preguntaban: «Tú, ¿A qué te dedicas?», solía decir con orgullo: «A lo mismo que Antonio Mingote». Porque la gente, al oír esto, nos miraba con respeto y admiración.

Quiero también aclarar, por último, para evitar que haya malentendidos, que cuando he dicho que yo generosamente compartía este premio entre mis compañeros de la prensa gráfica, me refería solamente a la parte honorífica, porque la económica me pertenece a mí solamente, que conozco a los llamados compañeros, que, en cuanto te descuidas toman el rábano por los cheques. Este hermoso cheque que como todos los cheques que se dan en los premios tiene la singularidad de que está dividido en dos partes iguales separadas por una línea de agujeritos. ¿Y para qué tiene esa línea de agujeritos, se preguntarán ustedes con curiosidad si no han recibido este tipo de honores? Pues sirve para partirlo por la mitad y entregar una de las partes al señor Solchaga aquí presente, con el ruego de que de mi parte y a mis expensas compren una rueda para el tren de alta velocidad que va a recorrer próximamente los suelos patrios, recaudando más tributos.

Y eso es todo. Gracias Alteza, gracias queridos amigos. La cena corre de mi cuenta.

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