El intelectual de la modernidad

En memoria de Juan Cueto

Juan Cueto recibe el Premio Cerecedo de manos del entonces Presidente del Gobierno, Felipe González

Hacía tiempo que no teníamos noticias de Juan Cuetopremio Francisco Cerecedo de la APE en 1987 — y lo echábamos de menos. Una enfermedad larga y penosa, como casi todas las enfermedades, que le tenía apartado de la actividad cotidiana, le acaba de arrebatar la vida. Es lo primero que hay que lamentar y compartir el dolor con sus familiares. Pero también hay que recordar que la muerte nos ha arrebatado a sus seguidores, una aportación de talento e imaginación que nadie podrá reemplazar. Es, sin duda, una pérdida irreparable, primero para su familia, pero también para todos los que intentábamos anticiparnos al futuro que nos llevaría a la modernidad después de tantos años de oscurantismo.

Para los profesionales de la comunicación Juan Cueto Alas era el referente crítico que nos mantenía inquietos las 24 horas ante la valoración de nuestro trabajo. Sus críticas, entre irónicas y profundas, siempre respetuosas y estimulantes, ya son parte de la historia de la televisión Nada que llevase a pensar le era ajeno a Juan, pero la televisión, el fenómeno de masas que durante años centró la vida pública, se convirtió en su pasión y en su centro de análisis y prospectiva. Se había anticipado a los tiempos y lamentaba que la televisión no acompañase con inteligencia y agilidad creativa.

Lo hablé con él en varias ocasiones y siempre acababa dándole la razón porque sus análisis eran tan profundos y clarividentes que, al menos para mí, resultaban irrebatibles. Sus argumentos estaban respaldados también por su capacidad creativa, que demostró con proyectos y guiones lo mismo que durante los años en que dirigió Canal +, quizás los más interesantes de su singladura. Y lo reflejaban sus inquietudes literarias, expuestas con una prosa brillante, culta e incisiva. Nos deja varios libros de contenido imperecedero, muchos artículos inolvidables en las hemerotecas y tal vez la que fue su mejor iniciativa, la colección de Cuadernos del Norte.

Juan Cueto siempre se movió como pez en el agua en los ambientes cultos e intelectuales. Y siempre hizo alarde de su condición de asturiano. Aunque su inquietud y su vocación eran universales, nunca se olvidó de su tierra. Siempre fue fiel a sus raíces. A Asturias dedicó permanente atención desde sus miras más amplias; atención que rehuía la tentación reduccionista de una historia y una tradición con derivas aldeanas, para proyectarla al resto del mundo a través del conocimiento y de la imagen de universalidad con que él contemplaba la vida y la convivencia.

Secciones