Todavía una foto, por José María Noguerol

Artículo originariamente publicado en Interviu el 14 de Septiembre de 2015.

El despiste occidental respecto a Oriente, medio o lejano, es hoy más grande que en los tiempos de Lawrence de Arabia, que por lo menos intuyó que con los tiralíneas británicos y los compases franceses no se podía construir el futuro. Es más, se sajó a tribus y etnias y se configuró un mapa de países tan irreal como peligroso. Y ahora, después de no se cuántas primaveras árabes, unos desalmados retransmiten en directo por internet sus ejecuciones de británicos y de lo que pillen, especialmente periodistas. Los verdugos suelen tener pasaportes y formación occidentales, ya solo falta encontrar a uno que haya estudiado en Eton con los hijos del Príncipe de Gales. Todo se andará. Pero en medio del caos, la humanidad sufre, allá mucho más que acá, y busca salidas, desesperadas. Hace un mes, menos, veinte días, los impecables y reptantes dirigentes políticos de la Unión Europea discutían de cuotas de admisión de desgraciados como si se tratara de cabezas de ganado. Pero sobrevino una fotografía, la de Aylan, un niño sirio muerto en una playa turca, y algo cambió. Debería darles vergüenza pero no la tienen. Ahora, donde decían dos mil, diez mil, y sin sonrojo. Robert Capa estaría triste pero contento: todas las palabras que encierra la foto de Aylan sin vida han desmontado los prejuicios. Ahora que tanto lío hay en España con los símbolos, deberían sustituir las fotos oficiales de los despachos y colocar solo esa, la de Aylan, para que nunca olviden su congénita estulticia.

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