Valiente y seductor, de mirada libre y fresca, sin tiempo para nada salvo para vivir

Palabras de Pío Cabanillas, Presidente del Jurado, en la entrega de la XXVIII edición del Premio Francisco Cerecedo

XXVIII Premio Cerecedo

Altezas, Señoras y señores, muy buenas noches.

Como Presidente del Jurado, y en nombre de todos sus miembros, tengo la satisfacción de darles la bienvenida a la ceremonia de entrega de una nueva edición del Premio Francisco Cerecedo que este año recae en Miguel Mora, a quien doy ya mi enhorabuena.

Y quisiera agradecer, en primer lugar, a la Asociación de Periodistas Europeos, y especialmente a Miguel Ángel Aguilar, por haberme propuesto como Presidente de este Jurado, lo que me ha permitido compartir compañía y debates con personalidades del periodismo a las que admiro, y que han contribuido con su profesionalidad al buen nombre e independencia del arte de hacer periódicos, virtudes que también caracterizan los trabajos del gran periodista que recibe hoy este galardón.

La finalidad declarada de los Premios Francisco Cerecedo es destacar aquellos trabajos o trayectorias personales que lo merezcan por su talento, originalidad, capacidad de transgredir las presiones de los poderes y los dineros, y por su impulso a la libertad de expresión. Así fue “Cuco” Cerecedo, una silueta imprescindible y valleinclanesca en aquellas geografías madrileñas de la Transición, en los entornos del legendario Café Gijón o el Bocaccio. Y si “Cuco” fue la plasmación de aquel joie de vivre en el que el periodismo se entremezclaba con “la marcha”, con el devenir de las expectativas políticas, y con viajes que le dieron a él aquella imagen de corresponsal trotamundos y cosmopolita, no puedo por menos que subrayar un cierto grado de paralelismo con la figura de Miguel Mora.

“Seductor, irónico, vivo y tranquilo” decía Umbral de Cuco. “Valiente y seductor, de mirada libre y fresca, sin tiempo para nada salvo para vivir”, describen sus íntimos a Miguel. Desde su compromiso con la libertad y la democracia, ambos sientan cátedra en la crónica internacional como también, a su manera, en los toros, o el fútbol. De las prodigiosas biografías políticas de la serie Figuras de la Fiesta Nacional de Cuco, a las crónicas taurinas de Miguel con Joaquín Vidal, donde ejercía de banderillero junto al maestro; De la sociología insolente del fútbol español de Cerecedo, a la pasión por su Atleti de Miguel Mora, o a convertir su casa romana en centro oficial de seguimiento del último mundial de fútbol.

Otro galardonado de estos premios me advertía a tiempo: “Que no te enrede con el naipe. Miguel fue burlanga antes que corresponsal. Aprendió a estar en los garitos antes que en las redacciones porque era hijo del mejor jugador de poker de todos los tiempos, Emilio Mora”.

Desenfadado, popular, con un gran sentido del humor, quizás el más callejero a la italiana de nuestros periodistas, su aversión a la disciplina y su inconformismo han sacado de quicio a más de uno. Y si no que se lo pregunten al Padre Lombardi, Jefe de prensa de su Santidad, que en un viaje a Australia en el avión vaticano creyó castigar a Miguel, por llegar tarde, a esperar en la cola general del vuelo, y no en la prioritaria para periodistas, para ver con asombro como nuestro premiado se camelaba a las azafatas y pasaba el primero. Afortunadamente está Mónica al quite, su compañera y el ancla sobre la que se asienta esta personalidad rebelde.

Y por supuesto el flamenco. La fascinación de Miguel Mora por el mundo del flamenco viene de su infancia escuchando a Caracol y a Pepe de la Matrona en los vinilos de su padre. Entre los flamencos se siente en casa. Le respetan, le quieren, le llaman “primo”, “compare” y le incluyen en toda juerga después de un concierto. El genial Chano Lobato adoraba a Miguel y le llamaba “sobrino”. Enrique Morente, tan hosco y reservado con la prensa, estaba siempre disponible para Miguel y le alojaba en su casa de Granada, si es que volvían a dormir. Pilar López, alma de todas las grandes figuras del baile flamenco del siglo XX, intuyó la más aguda de las definiciones de la entrevista como género periodístico, al decir cuando Miguel la entrevistaba “Es Usted muy listo Morita, yo hablo y Usted cobra”. Relación esta de admiración y respeto que peligró cuando Miguel se atrevió a desvelar en otra entrevista la edad de la muy coqueta y ya nonagenaria Doña Pilar. De todo ello y mucho más surgió “La voz de los flamencos” un conjunto indispensable de sensaciones, retratos, y autorretratos que dibujan ese mundo que casi todo español lleva dentro.

Miguel Mora recibió en su día el premio al mejor cronista extranjero en Italia, como a buen seguro volverá a merecerlo desde Paris donde ahora dibuja para nosotros la actualidad francesa con primeros planos de la situación económica del país, de la figura de Sarkozy, o de François Hollande. Miguel ve y pregunta, para contar y que entendamos, para despertar nuestra voluntad y hacerla más clara y firme. Muchos no olvidarán su intervención hace dos años, un 24 de Septiembre, durante una rueda de prensa conjunta de Zapatero y Berlusconi. Decía Miguel en una reciente entrevista: “Hay una parte de la sociedad abducida y lobotomizada, otra gran parte resignada, y una tercera parte, minoritaria, que todavía es activa en la denuncia”.

Aquel día, y en su trabajo diario, Miguel Mora se honra en pertenecer a esa minoría tan necesaria para las democracias. Su estilo directo, su valentía y honradez nos acerca en cada artículo a la realidad de la noticia en un mundo complejo, nos permite seguir estando informados, y nos sigue animando, y da sentido a algo tan esencial en nuestro quehacer diario como ir al quiosco y comprar un periódico.

Sin más, quisiera reiterar nuestro agradecimiento a sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias por su presencia en este acto y a todos los que hoy nos acompañan por la atención dispensada.

Muchas gracias.

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