Primero, periodista

Por Diego Carcedo

Gabriel García Márquez lleva mucho tiempo convertido en parte importante de la historia de la Literatura pero no con menos méritos forma igualmente parte de la historia del Periodismo. El periodismo fue su primera ocupación y nunca desde entonces ha dejado de ser su pasión. Por algo lo consideraba el mejor oficio del mundo y eso que es de los observaba preocupado su evolución en los últimos tiempos: “Los periodistas – escribió con nostalgia antes de enfermar – se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro”.

Poco del periodismo actual le recordaba sus tiempos de reportero, función que entonces — recordaba nostálgico –, “servía lo mismo para redactar notas que para cargar ladrillos”, en los diarios de Cartagena, Barranquilla o Bogotá en cuyas redacciones se estrenó, aprendió y fue escalando posiciones, pero nada le hizo apartarse de aquella actividad desenfrenada que continuó cultivando desde diferentes ámbitos, unas veces a través de la columna y la crónica y otras desde la teoría con iniciativas reveladoras de su interés.

Gabito, Gabo, Septimus… diminutivos y seudónimos que camuflaron a medias durante años la identidad de Gabriel García Márquez, avalan una colección de noticias, relatos, crónicas y sobre todo reportajes que el tiempo ha convertido en un texto obligado para los estudiosos del mejor periodismo, el que cuenta los hechos y los vuelve más atractivos para el lector gracias a una redacción impecable y, además de gramaticalmente modélica, literariamente apasionante.

Todas las novelas de García Márquez, lo mismo que sus incursiones en el cine, el teatro o la televisión están impregnadas de influencias y destellos periodísticos. El propio realismo mágico que protagoniza las creaciones que le han proporcionado mayor fama encierra una componente original y a menudo un desarrollo de clara influencia periodística. Por no hablar de las nuestras de periodismo puro empezando por el conjunto de reportajes que integran el “Relato de un náufrago” con el anticiparía, cuando era muy joven, su talento narrativo.

Excepcional fue también su artículo en el primer número de la revista “Alternativa”, que acababa de fundar, sobre el bombardeo del palacio de La Moneda, en el que murió el presidente Allende y con el que el general Pinochet inauguró la dictadura chilena. Nada más lejos de la biografía de García Márquez que atribuirle a su faceta periodística una ocupación accidental; era un profesional orgulloso de serlo. Capítulo aparte merecerían sus etapas de corresponsal en Nueva York y en París.

“El periodismo – dejó también escrito para el recuerdo – es una pasión insaciable que sólo puede digerirse con la realidad”. Y su vida ha demostrado que nunca le ha sido infiel a esta ocupación. Una ocupación que en su práctica nunca debe apartarse de la ética porque “la ética debe acompañar siempre al periodista como el zumbido al moscardón”. En una muestra de sus convicciones e inquietudes, veinte años atrás promovió la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano dedicada a la formación de los jóvenes periodistas y que ha presidido desde entonces.

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