La prensa alemana, un ejemplo de cómo la calidad es el mejor antídoto contra la crisis del sector, por Helene Zuber

Helene Zuber en una imagen del archivo de la APE

Artículo publicado originalmente en Zoom News el 8 de Noviembre de 2013

“Me aflige profundamente la situación tan mala que pasan muchos colegas muy queridos. Lo que está pasando en España nos puede tocar también en Alemania, hay esa posibilidad, porque no solo se trata de esa crisis económica tan profunda, sino de una transformación de nuestros medios, de ver cómo sobrevive el periodismo de calidad cuando bajan los tirajes de papel, cuando hay que irse más y más hacia el periodismo digital para poder estar presentes, y sabiendo que hasta ahora no hemos inventado un modelo que haga rentable ese periodismo digital.

(…) La situación de la prensa en Alemania puede tal vez servir como ejemplo, porque lo que la gente compra en Alemania es precisamente la calidad, el periodismo de calidad. ¿Qué es calidad? La calidad es cara. No podemos salvarnos en tiempos de crisis ahorrando costes con cosas baratas. Necesitamos preservar la posibilidad de ir a los bajos fondos, de husmear (…). Esa es nuestra tarea, que en Alemania todavía se paga; y tengo toda la esperanza de que va a seguir siendo así.

Los periódicos serios, como Suddeutsche Zeitung, Die Zeit o Frankfurter Allgemeine, han perdido en la crisis una parte de su negocio, que eran los anuncios, pero, sin embargo, han ganado en venta; sus tiradas han subido porque han preservado la calidad. Y Der Spiegel, que es la revista política más grande de Europa, seguía teniendo una tirada media en 2011 de 954.000 ejemplares cada semana. Y hemos subido en lectores; tenemos más de 6 millones.

En on-line, que hacemos desde 1994, tenemos más de 10 millones de visitas mensuales. O sea, que la calidad sigue siendo rentable. En Der Spiegel hemos perdido mucha publicidad y hemos aumentado nuestro precio, pero nuestros lectores están dispuestos a pagarlo. ¿Por qué? Porque no hemos ahorrado en costes de sueldos para periodistas, sino que hemos ahorrado en nuestra comodidad de viajar o en los gastos de la empresa (…).

«No debemos estar al servicio de políticos o de economistas, o de empresarios o de la Iglesia, sino que debemos servir al lector»

Lo que se ha dicho aquí me parece muy importante: hoy en día es mucho más fácil controlar a los políticos que a los poderosos de la economía. Lo que a nosotros nos parece esencial es que los periodistas buenos, de calidad, no deben hacerse especialistas en periodismo sino en economía, por ejemplo, porque nuestra principal y única tarea, nuestro papel como periodistas, debe ser dar la información al lector para que él pueda después opinar. O sea, que nosotros no debemos estar al servicio de políticos o de economistas, o de empresarios o de la Iglesia, sino que debemos servir al lector, darle las armas para que él después pueda luchar en el debate diario (…).

Nosotros no podemos servir a un partido político, no podemos depender de ninguna manera de partidos políticos, pero tampoco podemos depender de pagos de empresas, de la publicidad. Debemos hacernos independientes de todos los poderosos. Para eso es indispensable que lo que escribimos -cada afirmación- sea correcto y debemos comprobar la veracidad de esas afirmaciones. Eso lo hacemos con un sistema que también es costoso, pero que es la garantía de nuestra fiabilidad, lo que garantiza también nuestra venta: el sistema fact checkers, personas que controlan cada afirmación que un periodista hace en su texto (…).

En Alemania hemos conseguido mantenernos muy independientes de los poderes de la economía. Por ejemplo, la mitad de la empresa de Der Spiegel pertenece a la plantilla, a los colaboradores; el periódico Tager Zeitung de Berlín es una cooperativa; el Frankfurter Allgemeine es una fundación; la Suddeutsche es de una familia; Die Zeit pertenece a un gran grupo empresarial, pero no de lejía, sino de periódicos; y Stern, una revista, pertenece a un gran grupo, pero editorial.

O sea, que en Alemania todavía no nos hechos esclavos de intereses empresariales ajenos a nuestra profesión (…).

Me gustaría mencionar, para terminar, algo que es muy importante para todos nosotros, que ha cambiado y está cambiando la relación entre periodismo y Estado. Der Spiegel se hizo famoso en los años 60 con textos que no gustaron al Gobierno alemán de entonces, que nos tachó de ser demasiado irrespetuosos con los secretos de Estado. Hace cincuenta años ganamos esa batalla; pero ahora vuelve.

El Estado quiere controlarnos, pero tiene otro pretexto que esconde detrás del argumento de que quiere proteger a los ciudadanos de peligros como, por ejemplo, el terrorismo. Y, entonces, nos quiere definir como si fuéramos otra institución, nos halaga diciendo que somos el cuarto poder, pero con eso sólo quiere que actuemos como una institución más del Estado limitando así nuestra libertad. Debemos luchar para evitar también eso en el futuro”.

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