Majestades:
Siento gran emoción al dirigirme a Sus Majestades en nombre del jurado del Premio Francisco Cerecedo, convocado por la Asociación de Periodistas Europeos. Como pude ver en las deliberaciones, constituyen una alta representación del mejor periodismo que se hace en España. Y lo hacen todavía tecleando en el ordenador o hablando ante los micrófonos y las cámaras, no preguntándole a las máquinas qué es lo que tenemos que contar.
De entre los miles de profesionales que ejercen su trabajo con la pasión de desempeñar un servicio público, hemos elegido como ejemplo para toda la comunidad periodística —de ahora y del futuro— a quien mejor nos representa. No solo lo acreditan sus más de 40 años de oficio, sino también su actividad diaria ahora mismo, con cada crónica que le oímos desde Washington.
Fran Sevilla, nuestro maestro y nuestro ejemplo, no es un hombre acostumbrado al despacho ni a las ruedas de prensa con aire acondicionado. Es un periodista de calle, y casi siempre ha desempeñado su arriesgada profesión entre las ruinas que produce lo peor de la humanidad: las guerras.
Fran llevó los micrófonos de Radio Nacional de España a la primera guerra del Golfo, en 1990. Contó después la desmembración de la antigua Yugoslavia, estuvo varias veces en el largo conflicto de Palestina e Israel, cubrió la Segunda Intifida entre el 2001 y el 2002, y un año después volvió de nuevo a Irak, otra vez en guerra.
Ahora, en los últimos años, después de haber sido periodista de relevancia en Iberoamérica, donde ya se había curtido en la década de los 80, nos ha contado y ha sufrido en directo la calamidad en los conflictos que nos golpean todos los días: la guerra de Ucrania y la de dominación de Palestina.
Sí, ha estado en todos los conflictos bélicos. Pero no es un periodista de guerra.
Es un periodista de paz.
“Me di cuenta de que mi compromiso tenía que ser con las víctimas”, es una de sus frases más antiguas. Y más practicadas, porque este “vagamundo del periodismo”, como se ha definido, planta siempre su micrófono donde corre el dolor y donde más injusticias se perpetran. Pero oímos su voz y pensamos que hay gente buena y que la injusticia terminará.
Además, es uno de nuestros maestros. Casi todos los que llegamos a esta profesión en los 70 y los 80 queríamos ser o escritores o corresponsales de guerra. Admirábamos a Cerecedo y a Leguineche entonces, y hoy la admiración se va a Fran Sevilla, por correr tanto riesgo para abrirnos los ojos.
¿Por qué lo admiramos? Porque en estos tiempos de enormes cambios sociales que afectan de lleno a la comunicación, nos sentimos unidos a tres conceptos que para él han sido esenciales en su trabajo: la verdad —que para algunos ya es un asunto menor que se puede obviar, manipular o cambiar a voluntad—, la ética —que se quiere sustituir por la conveniencia— y la palabra —que es la fuente de la comunicación humana, y sirve para formar y movilizar conciencias—.
Esos tres conceptos —verdad, ética, palabra— siguen siendo las columnas del buen periodismo, y por eso las tres reciben tantos ataques desde fuera de la profesión. Y también desde dentro.
Claro que el mundo cambia y el periodismo debe ir en vanguardia de la adaptación. Claro que estamos obligados a explorar nuevos lenguajes; claro que tenemos que esforzarnos mucho más en atraer el interés de los jóvenes; claro que no podemos asistir al envejecimiento del periodismo.
Pero la verdad, la ética y la palabra no han de retroceder como si fuesen elementos inútiles del pasado e inservibles para el futuro. Porque definen el buen periodismo. Y, qué casualidad: forman parte de la mejor experiencia social de la humanidad.
La mejor experiencia social de la humanidad es la democracia.
Y los valores de la democracia europea, que esta Asociación de Periodistas defiende, son los más elevados que ha logrado el planeta. Nos hemos desarrollado amparados en el Estado del bienestar, y por la Constitución somos sujetos de todos los derechos civiles que fundamentan la igualdad, la solidaridad y la libertad. Pero ojo: la democracia es el único sistema político capaz de suicidarse. Y ahora mismo está sufriendo graves quebrantos incluso en países que fueron sus abanderados.
Sí, la sociedad democrática es el mayor valor. Y no hay democracia sin periodismo, porque es esta profesión la que recoge la pluralidad y la diversidad social y le da cauce en su plaza pública.
Aprenderemos a dialogar con la inteligencia artificial. Buscaremos nuevas fórmulas para interesar a la audiencia. Arrimaremos el hombro para hacer sostenibles las empresas. Y atraeremos a las nuevas generaciones al periodismo que cuenta lo que les pasa a las personas.
Como hace Fran Sevilla, a quien felicitamos y tomamos de ejemplo.
Gracias, Majestades, por su defensa de la democracia, la cooperación y la paz en todos los foros, desde la ONU a Valencia.
Gracias a todos ustedes. Muchas gracias, compañeros.



