Kyriakos Mitsotakis

Grecia, el apabullante fin de un Gobierno de izquierda populista, por Pedro González

Artículo publicado originalmente en El Debate de Hoy el 8 de Julio de 2019

La aplastante victoria electoral del centro derecha de Mitsotakis pone fin al modelo social radical de Tsipras, cuyos excesos dejan paro, salarios y pensiones mínimos y una clase media exhausta.

Desde este mismo lunes, pocas horas después del final del escrutinio electoral y sin esperar a largos, tediosos e incluso desesperantes procesos de investidura, Grecia tiene nuevo Gobierno. Lo preside Kyriakos Mitsotakis, líder de Nueva Democracia, el partido de centro derecha, ganador por aplastante mayoría absoluta de las elecciones generales en Grecia.

El nuevo primer ministro heleno ratifica así su reciente victoria, hace apenas un mes, en las elecciones municipales, regionales y europeas, en las que llegó a obtener como en estas casi diez puntos porcentuales de ventaja sobre Syriza. El resultado provocó que el jefe del Gobierno y líder de los populistas de Syriza, Alexis Tsipras, convocara anticipadamente unas elecciones que deberían haberse celebrado el próximo otoño.

El fin de un sueño

En Grecia, pues, concluye una era convulsa que empezó con la ensoñación de que el país podría vivir indefinidamente a costa de una deuda que nadie se preocupaba de cómo, cuándo y a quién habría que pagar algún día. No sin poca indulgencia, Grecia se convirtió en el miembro de la Unión Europea donde los funcionarios se jubilaban efectivamente antes de los 60 años, las mujeres apenas cumplidos los 50, y las prestaciones sociales, sanitarias y de pensiones constituían la envidia de propios y extraños.

La realidad de la bancarrota no tardó en llegar. Atenas apeló entonces a la solidaridad de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE). Hasta tres rescates, por valor de 286.000 millones de euros, fueron precisos para paliar los excesos del desaforado déficit griego, fraguado tanto durante Gobiernos conservadores como socialistas. Los drásticos recortes de gastos exigidos por los prestamistas fueron la ocasión que aprovecharon los populistas de Syriza para prometer a los griegos que, si ellos llegaban al poder plantarían cara a Bruselas, cancelarían la deuda porque sí e impondrían por decreto el fin de la austeridad.

El programa era tan atractivo que enseguida surgieron émulos, como Podemos e Izquierda Unida en España o Sinn Fein en Irlanda, que apostaron por un modelo social radical pero cuidándose mucho de explicar de dónde vendría el maná, para financiarlo más allá del manido mantra de “lo pagarán los ricos”.

Alexis Tsipras, secundado entonces por su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, llegó incluso a someter a referéndum, en junio de 2015, las medidas de austeridad exigidas por Bruselas en contrapartida a un nuevo rescate. El electorado estaba tan imbuido de la propaganda precedente que votó en contra. Varoufakis dimitió y el propio Tsipras terminó por aceptar de la troika condiciones incluso más duras.

Un país exhausto que ansía levantarse

Cuatro años después, Kyriakos Mitsotakis se encuentra con una Grecia que ha logrado recuperar la senda del crecimiento, aunque sea al modesto nivel homeopático del 1,9%. A cambio, los jubilados han visto reducida hasta veinte veces su pensión, hoy entre un 40-45% menor que en 2015; la deuda ha seguido aumentando hasta el 181,1% del PIB, mientras que el paro se ha disparado hasta el 40% en los jóvenes, que en gran parte sueñan y se buscan la vida en un éxodo masivo. Los salarios de mil euros, que antes de la crisis eran casi despreciados, hoy constituyen un lujo para una clase media exhausta, sobre todo cuando es mayoría los que trabajan por entre 400 y 500 euros al mes.

Syriza ha sido el primer caso en Europa desde la Segunda Guerra Mundial en que tomaba el poder una formación a la izquierda de la izquierda socialdemócrata. Sus promesas de asaltar los cielos no se compadecían con la falta de rigor en la gobernación y en la administración de los fondos públicos. La imagen que quizá mejor resume el estilo de esta extrema izquierda la ofrece el asalto y multiplicación de los cargos a ocupar por los afines. A finales de este pasado junio, cuando Tsipras ya había convocado las elecciones, Syriza intentó enchufar en el Parlamento a decenas de empleados públicos, entre ellos varios familiares directos de los principales dirigentes del partido.

La mayoría absoluta de que dispone ahora Mitsotakis le hace prisionero de sus promesas de relanzar la economía relajando la asfixiante presión fiscal sobre la clase media. Además de conocimiento y pericia, precisará sin duda de la comprensión de Bruselas, cuya supervisión técnica sigue en vigor.

En cuanto a los 300 diputados del Parlamento de Atenas, Syriza será el principal partido de la oposición, seguido a gran distancia de los antiguos socialistas del PASOK, ahora rebautizados como KINAL (Movimiento por el Cambio). Los comunistas del KKE siguen con sus 15 diputados, como si vivieran en una burbuja, mientras entran dos nuevas formaciones: el ultranacionalista Solución Griega, que propone la pena de muerte para pederastas y narcotraficantes, y DiEm25, el nuevo partido de Yanis Varoufakis, que se propone demostrar que “Tsipras es un mentiroso” y recuperar las esencias de la Syriza primigenia.

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