La cumbre del G-20 en Osaka despeja los nubarrones de la guerra comercial, por Pedro González

Artículo publicado originalmente en El Debate de Hoy el 2 de Julio de 2019

Estados Unidos y China firman un tregua comercial y la Unión Europea culmina un acuerdo histórico con el Mercosur, con España como protagonista.

Tregua de paz en la guerra comercial chino-norteamericana, cuya consecuencia más previsible era la desaparición de la Organización Mundial del Comercio y la entronización de la ley del más fuerte. De momento, el mundo seguirá, mal que bien, regido por reglas multilaterales que, al decir del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, demuestra que es posible la prosperidad de todos cuando no impera la ley de la selva.

Quizá no sea por mucho tiempo, pero tras la conclusión de la cumbre del G-20 en Osaka (Japón) el mundo respira un poco mejor. Los dos grandes colosos, Estados Unidos y China, o sea, Donald Trump y Xi Jinping, acordaron no ampliar sus mutuos castigos arancelarios. El presidente norteamericano había amenazado con imponer nuevos gravámenes a las importaciones chinas por valor de 325.000 millones de dólares, mientras que el líder chino ya tenía preparada una represalia equivalente sobre productos estadounidenses. Mientras reanudan las negociaciones, persistirán no obstante los que ya se habían impuesto mutuamente: 200.000 millones de Estados Unidos a China y 60.000 millones de esta sobre diversos productos norteamericanos.

Ya se sabe que cuando dos elefantes se pelean es la hierba que está debajo de ambos la que más sufre. En la lucha de los dos colosos, la hierba es el resto del mundo, especialmente la Unión Europea, a la que Washington y Pekín intentan zarandear mostrando casi sin solución de continuidad palos y zanahorias.

El asunto Huawei

La tregua pactada afecta también a la vertiente tecnológica, de manera que el contencioso a propósito del gigante chino Huawei queda aparcado hasta la fase final de las nuevas negociaciones bilaterales. Trump ha sido especialmente sensible a las presiones de sus propias empresas, afectadas por la pérdida de los 11.000 millones de dólares anuales que vendían a Huawei en componentes y software. Y Xi Jinping se ha comprometido a cambio a comprar más productos agrícolas norteamericanos.

El presidente chino no ha cedido en cambio un ápice en la pretensión de la Casa Blanca –que en el fondo lo es también de la UE- de que cambie la legislación nacional, de manera que las corporaciones estadounidenses puedan competir en pie de igualdad en el gigantesco mercado chino. El líder de Pekín considera tal pretensión como una injerencia, y se ha limitado a sus habituales promesas de flexibilización, pero como siempre sin concretar nada.

Dos innegables éxitos de la UE

En cuanto a la Unión Europea, puede decirse que ha conseguido elevar su protagonismo bastante más allá de las expectativas. En primer lugar, logrando aislar la intransigencia de Trump respecto al Acuerdo de París sobre el cambio climático. Tras negociaciones calificadas de muy duras por los técnicos europeos, Estados Unidos ha sido el único país que no ha firmado el compromiso de “puesta en vigor al completo” del acuerdo firmado en 2015 en la capital francesa. El hecho es tanto más importante cuanto que significa que Trump no ha encontrado aliados que secunden su retirada del cumplimiento de una política global que limite la emisión de gases de efecto invernadero y limite a 1,5 grados el aumento medio de la temperatura del planeta.

Había el lógico temor a que algún otro gigante global, especialmente Brasil, se uniera a la insolidaridad de Trump. Tanto es así que el presidente francés, Emmanuel Macron, había supeditado a esta condición su asentimiento al acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur, la alianza que engloba al propio Brasil, junto con Argentina, Uruguay y Paraguay.

Finalmente, los técnicos y ministros europeos e iberoamericanos, reunidos paralelamente en Bruselas, concluían veinte años de arduas negociaciones en un acuerdo calificado de “histórico” por los jefes de Estado y de Gobierno de un lado y otro del Atlántico reunidos en Osaka con motivo del G-20.

Esa UE a la que algunos daban por moribunda logra así resurgir de nuevo como una alternativa esperanzadora entre las dos superpotencias actuales en presencia. España ha sido especial protagonista del último impulso. Las gestiones personales del presidente Pedro Sánchez, tanto con sus colegas europeos como de los cuatro países del Mercosur, terminaron por dar sus frutos.

Mención especial merecen también los presidentes de Brasil y Argentina. Jair Bolsonaro, porque se ha convencido, en los pocos meses de su mandato, tanto de que hay que detener la acelerada deforestación de la Amazonía como de que la alianza UE-Mercosur no podía retrasarse más, so pena de ser engullida por la pugna chino-norteamericana. Y Mauricio Macri, porque no ha desaprovechado la oportunidad de que Buenos Aires, sin perder su americanidad, sea más europea que nunca.

Las empresas europeas ahorrarán aranceles

Serán, pues, 800 millones de personas los que en las dos orillas del Atlántico intercambien más libremente sus productos y servicios, ahorrándose al menos 4.000 millones de dólares anuales las empresas europeas en aranceles.

Cierto es que habrá descontentos entre los proteccionistas de siempre. Las carnes brasileñas, argentinas y uruguayas se impondrán a buen seguro sobre las francesas, irlandesas y polacas, pero a cambio muchos productos industriales y bienes de equipo europeos entrarán libremente en el Mercosur, impulsando un desarrollo multiplicador en el cono sur del continente americano.

Osaka, ciertamente, ha despejado muchos nubarrones y, si se cumple todo lo pactado, abrirá una nueva era de esperanza y prosperidad, justo cuando más cundía el desánimo ante la profetizada como inminente nueva recesión económica global.

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