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Palabras de José Luis Leal en la entrega del IV Premio de Periodismo Económico «Rosa del Río»

Palabras de José Luis Leal en la entrega del IV Premio de Periodismo Económico "Rosa del Río"

En primer lugar quiero presentar mis excusas por no haber podido estar presente hoy en este importante acto, por encontrarme fuera de España. Pero no he querido estar del todo ausente y he pedido a mi querido y admirado viejo amigo, Miguel Ángel Aguilar, que leyera unas breves palabras de homenaje al premiado.

El premio ‘Rosa del Río’ que hoy se otorga distingue una trayectoria ejemplar encarnada en un maestro de periodistas en el ámbito económico. La dilatada carrera de Salvador Arancibia es un modelo que servirá de ejemplo a quienes se inician en la importante labor de informar y valorar los hechos que configuran la vida económica en España y fuera de ella.

La honradez, el respeto de los hechos en su descripción, la independencia en las interpretaciones, son características que deben honrar a cualquier periodista digo de ese nombre pero, tal vez más aún, a quienes se dedican al mundo económico pues deben tener en cuenta la valoración de las consecuencias de sus escritos: una buena o mala crónica puede en ocasiones aupar o hundir a una empresa.  Y cuando se habla de una empresa no se trata sólo de un presidente o primer ejecutivo, de sus altos directivos o de su Consejo de Administración sino también, y muy especialmente, de sus empleados, de quienes día a día añaden valor al objeto de su trabajo, de quienes construyen la riqueza de un país. Saber que las palabras no son neutras, que pueden desencadenar movimientos en uno u otro sentido es una llamada permanente a la responsabilidad y al buen juicio por encima de sentimientos y compromisos. Como decía el gran poeta José Ángel Valente las palabras “se asocian como nubes/que un día el viento precipita/sobre la tierra/ para cambiar, no inútilmente, el mundo”.

Si queremos avanzar es preciso poseer un conocimiento preciso de los hechos económicos, de su lógica, de su estructura y dinámica, que sólo se adquiere mediante la experiencia que sigue a una sólida formación. En economía, como en todo, caben las más diversas opiniones, pero las que carecen de fundamento se pierden muy pronto y sus autores se exponen con rapidez al olvido.

En su dilatada carrera, Salvador Arancibia ha sabido construir una credibilidad que pocos alcanzan. Puedo dar fe de ello desde sus inicios hasta el presente; en los artículos que escribió durante una Transición económica en la que no todo fue fácil hasta sus colaboraciones actuales. Ha sido un camino cimentado en la independencia, la profesionalidad y el constante buen hacer.

A veces es bueno mirar hacia atrás:  la España de hoy dobla en renta por habitante a la del inicio de la Transición: hay muchas cosas que se han hecho bien, aunque alguna no tan bien, y otras aún no se hayan comenzado. Somos un país europeo que se acerca a la renta media de la Eurozona y que comparte los mismos problemas y oportunidades. El periodismo económico es el espejo en la calzada del que hablaba Sthendal; gracias a su aportación podemos contemplar, y juzgar, nuestras acciones. Y para que ello sea eficaz y nos permita, como decía Valente, cambiar no inútilmente el mundo, es necesario preservar la libertad de quienes día a día relatan y analizan las decisiones y los hechos económicos.

Si queremos afrontar el futuro con algo de optimismo una de las condiciones necesarias para alcanzar a los países que nos preceden en Europa es, precisamente, el mantenimiento de la libertad y la solvencia en el análisis y la crítica de nuestros problemas. En esta tarea son indispensables los hombres que, como Salvador Arancibia, han conseguido guiar con su ejemplo a las nuevas generaciones de periodistas económicos.

Muchas gracias a los patrocinadores del premio y a las autoridades que han accedido a entregarlo y, sobre todo, gracias a Salvador Arancibia.

¡Enhorabuena, Salvador!

Muchas gracias.

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