Pedro Altares

Pedro Altares y los cuadernícolas, por Miguel Ángel Aguilar

In memoriam

Publicado por Miguel Ángel Aguilar en El Siglo el 9 de Diciembre de 2009

Se nos ha ido Pedro Altares con la discreción de un caballero. Sin despedidas porque ya se había ido despidiendo en los últimos años sin decirlo. Estaba muy perjudicado en su movilidad después de una afección de columna, que requirió varias intervenciones quirúrgicas desafortunadas. Necesitaba desplazarse con muletas. Cada día para acudir a los ejercicios de rehabilitación debía hacer el penoso esfuerzo de subir y bajar las escaleras desde el tercer piso de su vivienda en la Ribera de Manzanares. Cinco años de gestiones kafkianas en el Ayuntamiento habían sido insuficientes para lograr las autorizaciones que permitieran poner un ascensor. Un plazo muy inferior permitió al Real Madrid hacer las cuatro torres de escaleras que invaden las aceras en los cuatro vértices del Santiago Bernabeu. Pero las bulas como las excomuniones se obtienen en distintas ventanillas según la naturaleza de los solicitantes.

A Pedro Altares le han despedido sus amigos. No todos los que en algún momento exhibieron su amistad con Pedro como una patente indiscutible de demócratas. Pedro era un superviviente de los tiempos del tardo franquismo y de la transición. Fue una figura de Cuadernos para el Diálogo, aquella revista mensual impulsada por el ex ministro Joaquín Ruiz Jiménez en la atmósfera del progresismo cristiano del Papa Juan, el del Concilio Vaticano II. Cuadernos era una revista pero más aún era una convocatoria abierta en tiempos de cerrazón nacional-católica. Allí coincidían gentes de diferente orientación política. Demócratas cristianos, socialistas, comunistas, nacionalistas periféricos, sindicalistas de Comisiones Obreras, de la Unión General de Trabajadores, de la Unión Sindical Obrera, de las Hermandades Obreras de Acción Católica y afines asimilables, como hubiera dicho Dionisio Ridruejo.

Hubo un tiempo ya extinguido en que vestía mucho alardear de haber sido de Cuadernos. Si cuando las dificultades apretaban se hubiera pasado lista los cuadernícolas no habrían resultado tantos. Muy pocos se abstuvieron de aquellos ejercicios de asimilación tergiversadora. Entonces primaba la generosidad. Se acudía a las movilizaciones sin preguntar cada uno qué iba a ganar. Pero treinta años de impregnación propagandista habían dejado secuelas. Los medios de comunicación del Estado y del Movimiento tenían una fuerza preponderante y los medios privados habían generado alma de esclavos. Casi todos estaban inadaptados para ensayar el ejercicio de las pequeñas libertades ofertadas en la Ley de Prensa de un Fraga que se reservaba su administración y sus sanciones, suspensiones y cierres definitivos como le ocurrió al diario Madrid. El escarmiento cundía y de ahí la preferencia por el sometimiento.

Era temerario tratarse por ejemplo con los comunistas o los de Comisiones. Don Joaquín servía de burladero pero le inhabilitaron para dirigir Cuadernos por carecer del título oficial de periodista. Así hubo de ser nombrado Félix Santos y después Pedro Altares. Ni el diario Madrid, ni Triunfo, ni Cuadernos recibieron el agradecimiento del público a los servicios prestados. Pedro emprendió otros caminos de colaboración en la prensa, en la radio y en la televisión. Formó parte del Club Blanco White y de la Asociación de Periodistas Europeos. Recuerdo como puso en juego su poder de convocatoria para homenajear a un colega despedido abruptamente de la dirección de un diario. Nada tenía que ganar con ello, si acaso indisponerse con la empresa editora. Pero lo hizo. Como tantas otras veces fue el mejor Pedro, cuyo recuerdo queremos guardar.

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