Cualquiera es de Madrid, de Andrés Trapiello

El sueño de rejuvenecer es antiguo como el mundo y tentador. Pongamos que viene el diablo con su famoso pacto. ¿Qué harías si el precio fuese tener que volver a aquellos años 60 y 70 para ser joven?

Con alegría (1967)
Con alegría (1967)

Artículo publicado en El Mundo el 3 de Julio de 2022

La calle Larra es una calle corta, sombreada y tranquila de Madrid. Como secreta, sin transeúntes. En ella vivió Manuel Machado y, antes de la guerra y a unos pasos de donde vivía el poeta, se hizo e imprimió El Sol. Publicaron en sus páginas Ortega,UnamunoMachado (Antonio). Para periódico, saliendo todos los días, es un gran nombre. Después de la guerra, con el eclipse, se rotó allí el falangista Arriba, antes de venirse abajo. El edificio, cada día más decrépito y taciturno, llegó a tener un aire interesante y fantasmal, que, por suerte, no perdió cuando lo restauraron hace quince o veinte años, una especie de empaque taciturno entre Instituto Oftalmológico y convento de las Adoratrices. Hoy es la sede de la Fundación del diario Madrid. También el Madrid duró lo que duró: el Régimen le dio una estocada de muerte y la vida financiera le concluyó con la puntilla, y llegados a ese punto dinamitaron el edificio donde se hacía. La célebre foto de su demolición se ve hoy como una premonición de lo que le ocurriría al Régimen.

En ese edificio puede verse ahora una exposición de fotos publicadas en El Heraldo de Madrid (una pocas, de antes de la guerra) y en el diario Madrid (del 39 al 71, todas las demás). Si se quiere saber lo que fue este país durante el franquismo, hay que ver esa expo o el catálogo. Las fotos te lo explican sin levantar la voz: «Éramos eso».

Le han puesto de título, que también lleva el catálogo, Aquel Madrid(1921-1971). Es acertadísimo porque vale para cualquier época. «Todos tenemos un Madrid propio y a todos Madrid y la vida se nos va quedando atrás muy deprisa», se lee en ese catálogo. Y así vienen a confirmarlo otros textos incluidos en él. Hay algo en común en los de Martín GaiteCarandellMiguel Ángel AguilarMaríasRioyo Almudena Grandes, quien, por cierto, vivió también en la calle Larra. En los recuentos de todos ellos apenas aparece otra cosa que no sean momentos vagamente manriqueños, con abundantes «los infantes de Aragón, ¿qué se hicieron?» y demás nieves de antaño. Lo extraño es que a la hora de recordar su remoto Madrid, ninguno pierda dos líneas en política. Se conoce que nadie ha querido manchar con el espectro de Franco lo más luminoso de su infancia. Sólo Aguilar lo hace de un modo sesgado, muy fino y humorístico, en un escrito que está pidiendo a gritos unas memorias suyas de infancia y juventud. Coinciden todos también en la capacidad evocadora de calles, bares, lecherías, tabernas, cines… Como en las famosas Coplas de Manrique, les basta un solo nombre para levantar su geografía sentimental, tal y como también hizo Unamuno en el más bello romance del siglo XX («Arlanzón, Carrión, Pisuerga,/ Tormes, Águeda, mi Duero/, lígrimos, lánguidos, íntimos,/ espejando claros cielos,/ abrevando pardos campos,/ susurrando romanceros…«).

¿Y esas fotografías qué dicen? Sobre todo lo que no dicen. A los periódicos de una dictadura no se les puede dar ese nombre. Un periódico o es libre o, si no, será otra cosa, propaganda, boletín oficial de la miseria, hoja diocesana… Y eso son estas fotografías: un clamoroso alegato… de silencio. Nos recuerdan todo aquello de lo que no se podía hablar. Son fotos amables, aguinaldos, fútbol, toros, la nevada llamativa, los tranvías, una vaca suelta en una calle, botijeros, las barcas del Retiro… Mejor que ningún libro de historia nos recuerdan lo que era vivir sin preguntar, y lo peor, sin rechistar. Y son de Madrid, sí, aunque tienen la virtud de recordarnos que fotos de esos años las hay parecidas de cualquier pueblo de España. En León, sin ir más lejos.

León… El sueño de rejuvenecer es antiguo como el mundo y tentador. Pongamos que viene el diablo con su famoso pacto. ¿Qué harías si el precio fuese tener que volver a aquellos años sesenta y setenta para ser joven? Igual no. Aquellos años dan mejor en foto de lo que fueron en realidad, y adviertes que el año en que cerraron el Madrid fue también en el que viniste a esta ciudad a comprobar que aquí cualquiera es de Madrid. Y eso también sale en las fotos.

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