Discurso de S.A.R. El Príncipe de Asturias en la entrega del XVIII Premio de Periodismo «Francisco Cerecedo»

Durante más de treinta años, las crónicas de Walter Haubrich para el Frankfurter han sabido transmitir, con gran humanidad y perspicacia, el sentido último de la realidad española, interpretado su actualidad en cada momento y reflejando muy especialmente ese largo camino de los españoles hacia un modelo de sociedad nueva como el que hoy disfrutamos, identificada con la democracia y plenamente integrada en Europa.

Desde la perspectiva de un sistema de libertades públicas ya consolidado, sentimos el grato deber de expresar nuestro reconocimiento ante una labor informativa desarrollada en condiciones difíciles, y en la que apostar por los valores democráticos suponía, como sigue suponiendo aún en muchos otros lugares del mundo, la asunción de riesgos mayores y un fuerte sentido del compromiso de la verdad, con la justicia y con la libertad. Un compromiso, en definitiva, con los mejores valores del periodismo.

Las crónicas de Haubrich para el Frankfurter Allgemeine Zeitung –como las crónicas en Le Monde de José Antonio Novais, también premio Cerecedo– significaron así, sobre sus virtudes intrínsecas de rigor y veracidad, una garantía internacional para los periodistas españoles y para las fuerzas democráticas de nuestro país, además de una de las claves del entendimiento entre los pueblos, que está en la base de los modelos de convivencia y de integración política entre países, como el que hoy compartimos en la Unión Europea.

La obra de Walter Haubrich es tan enjundiosa y atractiva por que nace del otro polo de esa gran tarea que es la construcción europea: su conocimiento e íntima comprensión de España, a la que también pertenece y en la que tan gustosamente le acogemos como amigo.

Si, como señala, con crítica irónica, el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger, «por lo visto han pasado los tiempos en que podía vivirse a la altura de la época», cabe decir aquí que la figura de este corresponsal, alemán de origen, pero casi español, es un ejemplo vivo y tenaz de cómo vivir el periodismo precisamente «a la altura de la época».

En una noche como esta, quisiera referirme también a esa particular vocación del periodismo que constituyen los corresponsales de guerra, entre los que figuró muchas veces Cuco Cerecedo y también ejerció nuestro hoy premiado. Ellos forman parte como se ha escrito de la infantería de la historia, pisan el terreno minado y a veces caen con los ojos abiertos.

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