Los grandes medios siempre estarán en los grandes conflictos

José Antonio Guardiola en la entrega del XVIII Premio "Madariaga"

De anteriores ceremonias del Salvador de Madariaga recuerdo, con cierta melancolía, magníficas alabanzas al proceso de construcción europea … Hay que reconocer que los premiados de este año lo tendríamos muy difícil.

En primer lugar, muchas gracias al jurado. Gracias por reconocer con este premio europeo un trabajo casi siempre alejado de la geografía de la renqueante Europa.

Voy a comenzar con una anécdota que viví hace casi 15 años en Guinea Ecuatorial y que resume muchas esencias. Una mañana, entre los puestos de un mercadillo de Malabo, se me acercó una anciana y me preguntó si era español. Asentí. Y, después de escrutar a un lado y otro para descartar la presencia de algún inoportuno centinela, me arrojó esta pregunta: Oiga, esto de la independencia… ¿Cuándo se acaba?

Creo en un periodismo que consiste básicamente en escuchar a ancianas como la de Malabo y explorar así las raíces de tanta humillación y frustración. Un periodismo que está en las calles de Atenas y en las aldeas del Quiché. Bajo los toldos azules del ACNUR o a las puertas del Tribunal de La Haya.

Con crisis o sin ella, los grandes medios siempre estarán en los grandes conflictos. Pero creo también que debemos obligarnos a girar el cuello, a regresar al foco de la noticia cuando ha desaparecido de portadas y telediarios… Un proceso, por cierto, cada vez más vertiginoso.

Es en ese momento cuando afloran determinadas bajezas del ser humano. Cuando las víctimas dejan atrás los toldos azules y, de regreso a casa, se topan con los nuevos poderosos. Y cuando esos nuevos poderosos dan rienda suelta a sus deseos de venganza… Cuando los guerrilleros se acomodan en lustrosos sillones y se disponen a escribir SU Historia. Ahí debe estar el periodismo.

Es decir, herodotear. Ése es el oficio de en En Portada. Desplazarnos para contar lo que escuchamos y vemos. Con mensajes directos, limpios… Dignos de un medio público. De otra manera, ustedes nunca conocerán a ancianas como las del Quiché o Malabo.

Hasta aquí mi discurso como periodista. Permítanme un puñado de palabras como ciudadano. Yo tenía 12 años cuando murió Franco. Pertenezco, por tanto, a una generación que ensambló su proyecto personal a un proyecto colectivo: El de moldear un nuevo país, dinámico y moderno. Hoy vivimos tiempos de zozobra. Nos hacemos miles de preguntas y apenas hallamos respuestas. Nos llevará semanas, meses, años encontrar esas respuestas y sacar sus conclusiones. Pero cuando llegue ese momento, tendremos la fuerza necesaria para empezar un nuevo partido sabiendo que lo único que tiene remedio es el futuro. Muchas gracias.

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